CUDILLERO

 

(OVIEDO)

 

Cudillero, vista de la placita y el puerto pesquero

 

 

Villa pesquera de inverosímil topografía urbana

Villa aérea de la lonja del pescado (rula), donde cada día se valora el fruto del esfuerzo de los hombres del mar

A medio camino entre Gijón y Luarca, próxima a la desembocadura del Nalón y al cabo Peñas, ese promontorio de rocas, nariz geológica con la de Asturias huele o se guisa en el Cantábrico, está Cudillero.

Pequeña villa de pescadores, todo se lo debe a la mar, a su topografía marítima única y a una leyenda del siglo XIII, que atribuye su fundación a un grupo de pescadores que, procedentes de otras zonas de la costa o quizá de otro país, buscaron refugio en el abrigo cóncavo de la montaña, para sobrevivir a una de las frecuentes tormentas del Cantábrico.
 

 

 

 

 

Vista aérea de cudillero

 

Una vez salvados, decidieron quedarse allí, al amparo de los promontorios de la Cruz y el Faro. Confirma en parte esta leyenda el hecho comprobable de que los cudillerenses o pixuetos presentan características étnicas diferentes a las de los campesinos y pescadores autóctonos.

Hasta tal punto eran reales estas diferencias que, en siglos pasados, no se permitían enlaces matrimoniales entre pescadores pixuetos y aldeanas de la comarca. Todavía hoy conservan una modalidad peculiar del bable, costumbres distintas y un particular folklore.
 

El nombre de la villa procede, al parecer, de su forma topográfica de escudilla (escudiella en bable). Escudillero se denominaba en la región a un primitivo mueble de cocina, en el que se colocaban escudillas y demás menaje del primitivo hogar astur.
 

La villa es capital de un pequeño concejo ribereño y campesino.
Además de monumentos como la iglesia parroquial (siglo XVI), el humilladero y el Palación (hoy Casa consistorial), tiene, a dos kilómetros, el palacio museo del Pito, donde los hermanos Selgas realizaron estudios y publicaron obras importantes sobre la historia y la arqueología asturiana.

El palacio, de estilo francés del siglo XIX, está rodeado de amplios jardines.
 

Lo verdaderamente original, y a lo que Cudillero debe su gran popularidad, es su inverosímil topografía urbana. Sólo tiene una calle y una pequeña plaza para el tránsito rodado y el tráfico de la lonja del pescado o rula.

 

 

las redes puestas de pesca a secar

Allí están instalados los abundantes chigres y los típicos restaurantes en los que se sirven los platos de una abundante y rica gastronomía marítima. Lo demás son estrechos pasadizos (tránsitos), escalonados en la montaña, donde viven los pescadores.

Las casas aparecen superpuestas de tal forma que cada vivienda tiene delante de su puerta el tejado de la que está más abajo.
 

Entre las costumbres más singulares de los cudillerenses están sus diversiones festeras. Así la que se celebra cada 29 de junio en honor de San Pedro, con la procesión y el pregón de la Amuravela. Al parecer, la Amuravela rememora la hazaña realizada en 1557 por un sobrino de Pedro Menéndez, adelantado de La Florida, que fletó un barco con una tripulación de pixuetos y llegó a las costas de La Florida, donde permanecieron diez años en heroica lucha con los piratas.

En prosa o versos grotescos e irónicos, el pregón se pronuncia en la variante del bable pixueto por un pregonero tradicional; un pescador elegido de por vida.
 

Es muy conocido el pregón de Xuan de Cuca, que en un año que había sido malo para la pesca en Cudillero, terminó con esta cuarteta a San Pedro; “si faltan pescado y pan,/de un sablazo vas al suelo/ cojo las llaves del cielo/ y se las doy a San Juan”.
 

El pregonero, en tiempos disfrazado de almirante, se sube a un tinglado de madera, cerca del agua, donde hay una barca con vela armada, cuyo valor simbólico es el origen del pregón. Antiguamente precedían las voces de “¡Amurad velas!” y “¡Fuego a babor y estribor!”.

Hoy el fuego queda reducido a los de artificio. Después se organizan la comida y el baile (el perlindango, la céltrica danza prima, etc.).
 

En la entrada del puertecito recoleto, las barcas, una vez terminadas las faenas, son sacadas a tierra y varadas en seco, rodeando al Ayuntamiento.
Y en torno a la villa pescadora, dos alfombras, la verde de los prados y la azul del Cantábrico.

 

 

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