MORELLA

 

(CASTELLÓN)

 

VISTA PANORÁMICA DE MORELLA DESDE LA CARRETERA

 

 

Más de dos kilómetros de murallas para la defensa del Maestrazgo

En el camino hacia Morella, en pleno Maestrazgo, es difícil no evocar las guerras carlistas.

Terreno áspero y bronco, apto para la emboscada y la guerrilla.

Se comprende que el general Cabrera, el Tigre del Maestrazgo, sentase sus reales en estos parajes inexpugnables.
 

Nos detendremos en el santuario de la Virgen de Vallivana, patrona de Morella. Diecinueve kilómetros nos separan de la villa.

Cada seis años, por agosto, los devotos cubren a pie ese trayecto escoltando a la pequeña imagen cuatrocentista, de barro cocido.

 

 

el portal de san mateo es la entrada más frecuentada

 

Son las célebres “fiestas sexenales”, voto de gratitud a la Virgen por haber librado a los morellanos de la peste de 1674.
 

El camino que aún queda por recorrer es también, en gran parte, de barrancadas, roquedades, cuestas y cantiles.

Al término del intrincado laberinto de la carretera, en el Hostal Nou, se inicia una meseta, al fondo de la cual se alza una muela robusta, coronada por el caserío de Morella. Intimida su magnitud.

En la distancia, Morella es como un puño gigantesco crispado contra el cielo.
 

Aquí pudo haber iberos y romanos. Los musulmanes la rescataron del Cid en las dos ocasiones en que la señoreó este caudillo, y la perdieron definitivamente en 1232, al conquistarla Blasco de Alagón, que quedó como señor vitalicio de la villa.

 

A su muerte en 1250, Morella y sus aldeas pasaron al patrimonio real. Durante la guerra de sucesión se disputaron la plaza los dos bandos; un siglo más tarde la ocuparon las tropas napoleónicas, expulsadas en 1813.
 

 

 

 

 

puerta morellana, el hierro y la madera tienen algo de alicatado árabe

 

En noviembre de 1833 el barón de Hervés, apoyado por la guarnición morellana, proclamó rey de España a Carlos V, si bien no pudo sostenerse más de un mes. Recuperada Morella por los gubernamentales, fueron implacablemente hostigados por el general Cabrera.

 

vista aérea de la plaza con la basílica arciprestal de santa maría la mayor


 

Este pudo rendir la ciudadela al introducir en ella – por el hueco de un retrete – a varios voluntarios carlistas que sorprendieron a los centinelas isabelinos, a comienzos de 1838. Ese verano, el general Oraa fracasó en sus repetidos intentos de recuperar la plaza.

Cuando acabó la guerra, Cabrera se negó a rendirse hasta que en 1839 los ataques y bombardeos de Espartero le hicieron capitular. Es curioso que ambos rivales fuesen honrados por sus respectivos reyes con el mismo título de conde de Morella.

Al rebrotar la contienda dinástica en 1872, Morella resistió el asedio de los carlistas, que esta vez no lograron conquistarla.
 

La importancia estratégica de Morella queda de manifiesto por la solidez de sus murallas. Se extiende más de dos kilómetros y se conservan intactas.

Con sus catorce torreones de apoyo, constituyen una muestra excepcional de la arquitectura militar gótica.
 

 

 

 

 

amplias solanas recorren las fachadas

 

 

La entrada más frecuentada es el portal de San Mateo. Hay cinco portales más; de San Miguel, del Forcall, de la Nevera, del rey y dels Estudis.

Tras el portal de San Mateo comienza la calle de San Pedro, estrecha, larga y rampante, con 303 amplios escalones empedrados de azules cantos rodados.

 Las calles, planeantes y paralelas aprovechan los desniveles.

Las atraviesan otras, que son más bien escaleras. Por doquier encontraremos notables edificios, unos mejor conservados que otros.

La casa de Piquer, la dels Estudis, la del Consell, la de la Cofraria (cofradía) de labradores.

En la de Ciurana, cuatrocentista, de gran porte señorial, residió Benedicto XIII. El renacentista palacio del cardenal Ram se ha habilitado como hostal.
 

 

los porxos o soportales de la calle que ostenta el nombre de blasco de alagón

  

Todas las calles tienen su tipismo, pero la que más acaso sea la de Blasco de Alagón, con su doble hilera de porxos (soportales). En la plaza dels Estudis se ven muchos balcones de madera tallada. Abundan los aleros y las solanas.

De pronto, en una pared, la sorpresa de la inscripción que nos recuerda el escalofriante milagro obrado en este punto por San Vicente Ferrer; “la resurrección de un niño que su madre, enajenada, había descuartizado y guisado en honor del santo”.
 

En lo alto, a los pies del castillo, la iglesia arciprestal basílica de Santa María la Mayor, comenzada en 1265.

El más interesante templo gótico del País Valenciano.
 

Desde el castillo, peor conservado que las murallas, la vista es amplísima; sierras bravías y frías tierras de secano.

La ciudad languidece abajo con sus calles en semicírculos; se cubre una escueta plaza de toros, de corte rural y rasgos de aguafuerte.

 

 

 

lo que resta del antiguo convento de san francisco fundado en 1272

 

En esta fortaleza hubo presos insignes; doña Margarita de Urgel, madre del conde Jaime, preterido en Caspe; el príncipe poeta Carlos de Viana; el general Ortega, cabecilla carlista.
 

Los morellanos celebran cada año, en enero, la festividad de San Antonio Abad con un conjunto de representaciones llamado santantoná o santantonada.
 

Más allá de la ciudad, merece visitarse lo que resta del acueducto medieval que surtía de agua a la población. Este acueducto recibe el nombre de Ares de Santa Llúcia por hallarse adosado a la ermita erigida en el siglo XIII, consagrada a San Lázaro y Santa Lucía.

 

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