SAN VICENTE DE LA BARQUERA

(SANTANDER)

 

 

VISTA PANORÁMICA DE SAN VICENTE DE LA BARQUERA

 

 

Promontorio urbano entre dos brazos de estuario

Pocos espectáculos más bellos y sorprendentes que el que ofrece la villa de San Vicente de la Barquera a lomos de un alargado promontorio, abarcado por los dos profundos brazos que prolongan el estuario de su nombre y que, en las mareas altas, invade el mar, y, en las bajas, son descomedido lecho para los exiguos caudales de los arroyos Peral y Boronal, que divagan entre marismas.

 

 

 

 

 

 

 

PANORAMA DEL ESTUARIO Y VILLA DE SAN VICENTE DE LA BARQUERA
 

El panorama que se contempla resulta sugestivo e imprevisto, tanto si el viajero procede de Asturias, por Unquera y la Tina Menor, como si viene del interior de la provincia, por la Revilla.

Pérez Galdós escribió: “Los charcos de las marismas que rodean a San Vicente ofrecen el más complicado mapa que puede imaginar el delirio de la geografía.

Todas las combinaciones posibles de rayas de agua discurriendo sin orden ni tino por entre juncos; todas las formas geométricas de islas y penínsulas que serían posibles si estuviese en proyecto una nueva creación del mundo se ven allí, y nadie puede eximirse de observar con pueril atención tan graciosa cosmogonía”.

 

 

 

 

 

 

UN PUENTE CRUZA EL BRAZO OCCIDENTAL DE LA RÍA DE SAN VICENTE

QUE SIRVE DE FOSO AL CASTILLO, AL AYUNTAMIENTO Y A LA EXCOLEGIATA
 

San Vicente empezó a cobrar vida y a representar un papel activo en el conjunto santanderino y castellano en el siglo XII, cuando Alfonso VIII le otorgó el fuero de San Sebastián, casi a la vez que al resto de las Cinco Villas de las Asturias de Santillana (Castro Urdiales, Laredo, Santoña y Suances), destinado a facilitar el repoblamiento de las villas muradas.

En el siglo siguiente colabora en la primera gran empresa naval castellana, la que encabezaría el almirante Bonifaz frente a la Sevilla musulmana.

 

 

 

 

 

CAPITEL DE ESTILO ROMÁNICO EN LA PORTADA DE LA EXCOLEGIATA

 

Luego, los Reyes Católicos mandarían reparar y ampliar el castillo y la cerca de la villa (sus cinco puertas se llamaban del Mar, de los Astilleros, de Poniente, de Tenerías y del Parral); pero a ellos se deben también el gran puente de 32 ojos que cruza el estuario por el brazo oriental de la ría.

Entre los dos puentes se alarga la marina y las calles comerciales, siempre animadas y concurridas, donde aún se conservan varios ejemplares de las antiguas casas de pescadores; sobre hondos soportales, tres pisos con galerías o balcones de madera y una cubierta a dos aguas común a todo un grupo de viviendas o manzana, en la que destacan pequeños tejadillos a tres vertientes, que corresponden, cada uno de ellos, a un cuerpo vertical.

 

 

 

 

 

BAJO EL CASTILLO SE DESPLIEGA EL BARRIO DE PESCADORES

 

En la franja litoral occidental, hacia el faro de Punta Sillas, se encuentran el puerto pesquero y el barrio marinero actual.

En cambio, el casco antiguo se desarrolla por el lomo del promontorio, cuyo eje es la pintoresca calle Alta, y su parte más avanzada, el vetusto castillo.

 

En la calle Alta destaca el bello edificio renacentista que fue casa hospicio de los Gómez del Corro y hoy, restaurado, es Casa Consistorial.
 

 

 

 

 

 

 

LA VILLA ESTÁ LIGADA AL LINAJE DE LOS CORO, UNA DE LAS PUERTAS SUPERVIVIENTES DEL RECINTO AMURALLADO

 

Poco más adelante se llega a una gran explanada, excelente mirador urbano, y a la gran mole, con aire militar, de la ex colegiata de Nuestra Señora de los Ángeles (siglos XIII al XVI); en su interior se conserva el notable sepulcro del inquisidor don Antonio del Corro, cuya efigie aparece recostada en actitud de reposado lector.

 

 

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