(ZAMORA)
PANORÁMICA AÉREA DE TORO
Historia y arte
milenarios testimoniados por el Duero
La
actual ciudad de Toro se corresponde con la de Albocela, citada por Polibio y
Tito Livio, ciudad vaccea, que alcanzó celebridad por haber sido conquistada,
juntamente con Salamanca, por Aníbal.
De tal época se conserva, junto al arco de Santa Catalina, un toro de granito, “el toro de la Mayor”, del tipo de los de Guisando y símbolo de la ciudad.
Tras la invasión musulmana, fue repoblada por García hijo de Alfonso III, y, desde el siglo X, se erigió en cabeza de un territorio llamado Campo de Tauro (dentro de los célebres Campi Gothorum), denominación que degeneró en Camp’Otoro, para acabar en Toro.
Alfonso VII el
Emperador le dio su impulso definitivo y, a fines del siglo XV, se constituyó en
el último reducto importante de doña Juana la Beltraneja y sus aliados
portugueses, derrotados por las tropas de doña Isabel (1476).
Durante los siglos XIV a XVI fue seis veces sede de las Cortes de Castilla y es la única de las 18 poblaciones con representación en las mismas que hoy no es capital de provincia.
SILUETA DE LA TORRE DEL RELOJ CONSTRUIDA EN 1719
Toro, una de las ciudades más ilustres del viejo reino de León, se alza sobre un
impresionante escarpe en la orilla derecha del Duero, cuyo paso defendió durante
milenios. Por otro lado se extiende la meseta “oceánica” de Tierra de Campos, en
su sector zamorano.
Desde el vetusto puente medieval se aprecia en conjunto este escarpe, de precipicios y cárcavas de roja y descarnada arcilla, sobre el que destacan la colegiata de Santa María, el alcázar y el monasterio de Sancti Spíritus el Real, así como la ermita de la Virgen del Canto.
Inversamente,
tras la cabecera de la colegiata, se domina toda la extensa y feraz vega del
Duero, en una panorámica que recuerda los versos de Lope: “…más tal ciudad y tal
río, / tal campiña ni tal vega, / tal disposición de sitio, / tales campos y
arboledas, / no las he visto en mi vida…”.
De las murallas de la ciudad, de factura morisca aunque de probable origen romano, que formaban un perímetro rectangular, quedan algunos restos.
No se conserva ninguna de sus puertas primitivas, aunque si otras que la sustituyeron, como el arco del Postigo, sobre el que se edificó una preciosa casa barroca, y el arco del Reloj, bajo la airosa torre del mismo nombre, obra de Joaquín de Churriguera.
COLEGIATA ROMÁNICA DE SANTA MARÍA LA MAYOR
La cerca del
arrabal ha desaparecido prácticamente _ como obra de tapial que era _, al igual
que sus puertas, sustituidas por otras más modernas; tal es el caso de la de
Santa Catalina, por la que entro Pedro I en 1316, o la puerta de Corredera, de
tiempos de Felipe III.
Poco
se sabe en cambio sobre los orígenes del alcázar, aunque parece remontarse a la
época de la repoblación, habiendo sufrido después numerosas transformaciones. Es
de planta cuadrangular, flanqueada por ocho torreones semicilíndricos, y sólo se
conserva su recinto exterior.
Respecto al
enorme puente, análogo al de Zamora, aunque no se descarta su origen romano, sus
elementos más antiguos se remontan a finales del siglo XII; consta de 22 arcos
apuntados entre prominentes tajamares de sillería.
SOPORTALES DE LA PLAZA MAYOR
La riqueza
artística y monumental de toro es tan desmesurada que no cabe hacer de ella más
que una somera alusión; la colegiata de Santa María la Mayor, maravilloso templo
románico con esbeltísimo cimborrio bizantino _análogo al de Zamora_ y fastuoso
pórtico de la Gloria; las iglesias románico mudéjares del Salvador
(siglo XIII), de San Pedro del Olmo y de San Lorenzo el Real (fines del siglo
XII); la ermita de Santa María de la Vega o del Cristo de las Batallas, del
mismo estilo, con interesantes pinturas al temple de fines del siglo XV, y el
monasterio de Sancti Spíritus el Real, gótico del siglo XIV, con un precioso
mausoleo de alabastro de la reina Beatriz de Portugal, segunda esposa de Juan I.
Entre los
monumentos civiles son los más notables el palacio de las Leyes (siglo XV), en
el que se decretaron las célebres Leyes de Toro; el del marqués de Alcañices,
residencia de Juan II y última morada del conde duque de Olivares; el del Obispo
(siglo XIV); el de doña María de Molina; la casa de la Nunciatura; la casa de la
Fundación Valparaíso; el Ayuntamiento, obra de Ventura Rodríguez, y tantos
otros.
Toro, que tiene
un marcado carácter agrícola, cría en su vega la uva tinta, madre de los famosos
vinos de Toro, “profundos y espesos”.
Hijos ilustres de esta ciudad fueron, entre otros, el dominico Diego de Deza,
inquisidor general y defensor de la empresa colombina Carlos Latorre.
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