(CÁCERES)
La casa entramada es consustancial a toda la comarca de La Vera
Armonía entre
la arquitectura popular y el paisaje
Calles
umbrías, íntimas plazuelas. Valverde de la Vera parece imitar en su arquitectura
popular y la naturaleza frondosa que rodea el pueblo.
En el suelo
empedrado corren arroyos de agua y los aleros de las casas se juntan, casi,
arriba, mostrando apenas una cinta de cielo.
Estamos en una de las más bellas comarcas de Extremadura, La Vera, situada en la
falda meridional de Gredos, en el curso del río Tiétar.
Quizá exageraba el griego Estrabón cuando escribió que aquí estuvieron situados
los Campos Elíseos, morada de los dioses, pero el viajero confirmará algo de esa
impresión paradisíaca en un paisaje en que los árboles nórdicos – el castaño, el
roble – conviven con las especies mediterráneas, como la vid, la higuera, el
olivo e incluso el naranjo, que crecen escalonadas en la ladera del monte,
regadas por las frescas aguas de las gargantas.
el agua regalo de gredos es el alma de valverde, que nos habla en sus fuentes de granito
Se conoce a
veces a La Vera como “la petaca de Europa”, por la importancia que ha adquirido
en ella la producción tabaquera, superada sólo por la del pimentón, que ha dado
lugar a una industria comarcal.
En 1292, el rey Sancho IV convirtió a Valverde en villa y la cedió a don Nuño Pérez de Monroy.
En los restos
del castillo estuvo, hasta hace poco, el cementerio; en la iglesia parroquial
del siglo XV llaman la atención unos sepulcros con estatuas yacentes, que
pertenecen a los condes de Nieva.
Valverde, como otros pueblos de La Vera, constituye un ejemplo eminente de armonía que puede llegar a lograrse entre arquitectura y paisaje.
En ellos, las
pequeñas plazas se adornan siempre con rumorosas fuentes de piedra cuyas aguas
corren por las acequias de las calles.
Contemplando
los altos balconajes o corredores de madera que rematan las casas, el viajero
creerá sentirse frente a un decorado de teatro, antes de descubrir que la
prodigiosa arquitectura popular es hija de la naturalidad, como la naturaleza
que la circunda.
sin orden aparente, como en un grabado romántico, balcones y solanas responden a una antigua funcionalidad
Los pueblos de La vera forman un todo único que hace imposible hablar con ellos por separado.
El viajero
no deberá contentarse con pasear por las calles de Valverde, sino que deberá
detenerse en la plaza de Villanueva; tomar la cecina, que en La Vera llaman
tasajo,
en las tabernas de Cuacos, acompañando al vino morado de la tierra; visitar el
pequeño museo de la Inquisición en Garganta de Olla, el pueblo donde es fama que
habitó la Serrana de la Vera, aquella mujer matahombres que dio tema a
importantes obras de nuestra literatura clásica, o visitar Yuste, donde se dice
que el emperador Carlos mandó celebrar sus propios funerales en vida, tendido en
un lecho de paja y envuelto en un sudario.
En consonancia con la belleza del paisaje y con la autenticidad de los pueblos están también sus fiestas populares.
la crudeza del invierno aconseja proteger las paredes con tablazones clavados al muro
plaza mayor con fuente de piedra labrada
Quizá la tradición más ancestral de La Vera se encuentre en unos extraños penitentes que en Semana Santa recorren las calles del pueblo de Valverde; “los empalaos”.
Van vestidos con enaguas de mujer, cubierta la cara con una gasa y coronados de espinas.
Sobre los hombros del penitente, brazos en cruz, se coloca un pesado madero que se ata a los hombros con una fuerte soga.
Entre la nuca y el madero se colocan espadas.
En los extremos van colgadas unas argollas de arado que tintinean al inseguro paso del disciplinante en la oscuridad de las callejas, débilmente iluminadas por el farol de un lazarillo.
Ceremonia
ancestral que pone el contrapunto trágico a la belleza de Valverde.
LA VIVIENDA POPULAR DE LA VERA
La
Vera de Plasencia, en la provincia de Cáceres, es una región natural situada en
la vertiente sur de la sierra de Gredos, entre la carretera de Plasencia a
Ávila, que asciende hasta el puerto de Tornavacas, y el río Tiétar, antes de su
confluencia con el Tajo.
Es un terreno de topografía muy movida, con clima suave, elegido por Carlos I
para su retiro, donde el campesino vive de la ganadería y de una agricultura muy
variada que produce excelentes frutos y hortalizas.
La arquitectura popular responde al tipo de pueblo serrano; piedra de granito y
abundante madera.
Los edificios se agrupan a lo largo de calles sinuosas, adaptándose a la
topografía del terreno, con fachadas estrechas y bastante fondo, completado,
muchas veces, con huertos posteriores.
Generalmente, son
de tres plantas; en la planta baja tienen un portal o patio, del que arranca la
escalera, y el acceso a la cuadra o establo. En la primera, los dormitorios y,
si la vivienda es de familia acomodada, el cuarto de estar. En la superior suele
hallarse casi siempre la cocina, para evitar la molestia de los humos,
aprovechados en muchas viviendas serranas para el curado de los jamones y
embutidos. Por eso llama poderosamente la atención la falta de chimeneas
exteriores, ya que los humos se extienden por los desvanes y salen buenamente
entre las tejas.
La construcción
se resuelve con mampostería de piedra en planta baja y muros divisorios y, en
las restantes plantas, muros entramados con elementos verticales de madera, de
pequeñas escuadrías, bastante próximos, reforzados con riostras y macizados con
adobe.
Los forjados son envigados de madera que apoyan en soleras sobre los muros de
carga; los pavimentos, sencillas tablas clavadas a las vigas. La cubierta es a
dos aguas, con teja árabe.
Acaso los elementos más pintorescos y tradicionales de la región sean galerías
voladas de madera, dotadas de estructura muy funcional y simple con barandillas
de tablas recortadas. En la planta primera suele haber tímidos balcones y en la
segunda, siempre, solanas orientadas al sur o a poniente. Los perfiles y
detalles son muy elementales.
Aunque las casas son medianeras, la variedad en el diseño proporcionan al
conjunto una gran armonía. Este mismo tipo de vivienda popular, humilde y
serrana, se repite a lo largo del río Tiétar en otros pueblos de la vertiente
sur de la sierra de Gredos, como Pedro Bernardo, cuevas del Valle, Candeleda,
etc., con calles tortuosas, adaptadas al terreno, cuajadas de balconadas de
madera.
En los núcleos de población más importante de esta comarca y en su capital,
Plasencia, se enriquece la arquitectura con sillería de granito, hierros
forjados en rejas y balcones, remates, chimeneas y otras series de detalles.
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